La culpa: del pito. Yo trabajo en casa y oigo el silbido tres calles más allá, lo veo crecer, acercarse, engrosar llevando las esperanzas a su colmo. Entra en todas partes: en el 5, en el 7, en el 9, no en el 11 porque no existe, resuena en el 13. Todos los días. Hacia las 11 de la mañana y cerca de las 4 de la tarde. Suplicio que no deseo al peor de mis enemigos, si es que los tengo. Sigue lo insufrible: se va alejando, cambia de acera y empieza el pito a menguar, a irse, a desaparecer, del 18, que está frente a mi casa, frente a su casa de usted, al 16, al 14, al 10 -no hay 12- al 8, al 4 -tampoco hay 6- así, hasta que dobla por Artes. Si estoy en el baño, que da a la parte de atrás, lo sigo oyendo, si presto atención, hasta que llega a Sullivan. Claro, usted no está en casa a esas horas; además, no espera cartas. Ni las escribe ni las recibe. ¿O me equivoco? Los que reciben cartas tienen cierta sonrisa que no engaña. Dirá que yo tampoco tengo cara de recibir cartas. Acierta, pero debiera recibirlas. Mi hija debiera escribirme como tiene obligación, y no me escribe. No tiene idea de lo que es esperar una carta y oír llegar la marea… Me dirá ¿qué culpa tenía el cartero? ¿Quién tocaba el pito? ¿Dios?
Crímenes ejemplares. Max Aub (1903-1972)
Esta ilustración es el resultado final de un ejercicio planteado por el ilustrador Carlos Ortín, en el Curso Avanzado de Ilustración Profesional que realicé en el 2008, en la ESAT (Escuela Superior de Arte y Tecnología) de Valencia. No es la imagen que presenté durante el curso pero mantiene toda la esencia de la primera propuesta, así como la gama cromática, muy parecida a la del libro que tomamos como referencia, la edición de Los Crímenes ejemplares de Max AUB realizada por Media Vaca.
No es la misma versión porque tiempo después, tuve la curiosidad de localizar en México D.F., las calles donde se localiza la historia y tuve la suerte de encontrar en internet un mapa antiguo que, en los límites del fragmento de ciudad que refleja, recoge una de las dos calles referenciadas por Max Aub en este microrrelato.

No todos los nombres coinciden pero los de las calles París y Madrid me permitieron confirmar la proximidad entre las calles Artes y Sullivan que se nombran en el texto.
